Editorial – Febrero 2025

El destino de nuestras sociedades y organizaciones se decide en habitaciones donde pocos entran y aún menos hablan. Mientras tanto, la gran mayoría observa desde la distancia, sin voz, sin voto, y sin la capacidad real de influir en el rumbo de aquello que define sus vidas.

Los sistemas de gobernanza modernos, lejos de ser mecanismos democráticos de representación, han reducido la participación ciudadana y empresarial a un mero ritual simbólico. Se nos da la ilusión de control con elecciones cada cuatro o cinco años, o con reuniones anuales de accionistas donde las decisiones ya han sido tomadas de antemano. Pero la realidad es otra: el poder se concentra en unos pocos, mientras el resto simplemente acata. ¿Cuántas veces has sentido que las decisiones que impactan tu vida se toman sin consultarte? No es casualidad. Es diseño.

El costo de la exclusión

Cuando la participación se limita, no solo se apaga la voz del pueblo y de los inversionistas; también se asfixia la innovación, la creatividad y la capacidad de reacción ante un mundo en constante cambio. Las decisiones, en su aislamiento, se vuelven ciegas a los desafíos reales: el colapso ambiental, la precariedad laboral, la explotación de recursos, el avance descontrolado de la inteligencia artificial, el quiebre de los sistemas financieros.

Los ciudadanos y accionistas no son meros espectadores en este juego; son los verdaderos dueños de la sociedad y la economía. Pero, ¿de qué sirve poseer algo si no se tiene control sobre ello? La falta de mecanismos de participación continua nos deja vulnerables a intereses opacos que solo buscan su propio beneficio, sacrificando el bienestar común en el proceso.

Una amenaza personal

No es solo un problema abstracto de gobernanza; es una amenaza directa a tu futuro. ¿Quién decidirá sobre la educación de tus hijos, la seguridad de tu empleo, la privacidad de tus datos, el destino de tus inversiones? Si no eres tú, será alguien más. Y la historia ha demostrado que aquellos que toman decisiones sin rendir cuentas rara vez lo hacen en beneficio de los demás.

El momento de la decisión

Este no es el momento de la apatía ni de la resignación. Es el momento de exigir transparencia, participación y una estructura de toma de decisiones que refleje verdaderamente los intereses de la mayoría. No podemos seguir delegando nuestro destino a reuniones esporádicas y procesos burocráticos sin impacto real.

Ciudadanos, accionistas, empresarios, clientes: el sistema no cambiará por sí solo. Solo cuando exijamos nuestra participación constante y efectiva, podremos recuperar el control de nuestro futuro. La pregunta no es si el cambio es posible, sino si tendremos el valor de impulsarlo antes de que sea demasiado tarde.