Editorial – Febrero 2025
El destino de nuestras sociedades y organizaciones pende de un hilo invisible: la confianza. Sin ella, toda estructura, por más sólida que parezca, se desmorona. Hoy, los sistemas de gobernanza modernos enfrentan una amenaza silenciosa pero devastadora: el control interno. Cuando la información se concentra en unos pocos y la transparencia se convierte en una ilusión, el poder deja de servir al bien común y se convierte en un privilegio exclusivo. La toma de decisiones se aleja de quienes deberían beneficiarse de ellas, y el tejido mismo de la colaboración humana comienza a desgarrarse.
Tanto en gobiernos como en empresas, los ciudadanos y accionistas depositan su confianza en un grupo reducido de agentes—líderes, legisladores, directivos—con la esperanza de que actúen en su nombre. Sin embargo, esta delegación de poder, sin transparencia ni control efectivo, abre la puerta a un riesgo incalculable: la desconexión entre los intereses de los gobernantes y los gobernados. ¿Cómo se toman las decisiones? ¿Quién las impulsa? ¿Qué fuerzas invisibles moldean nuestro futuro sin que siquiera lo sospechemos?
La sombra de lo desconocido
Cuando no hay visibilidad sobre lo que sucede tras puertas cerradas, se permite que intereses ocultos moldeen nuestro destino. La falta de transparencia crea un mundo en el que unos pocos juegan con ventaja, utilizando información privilegiada para beneficiarse a costa de otros. En este sistema opaco, las oportunidades no se distribuyen de manera justa; se asignan en silencio, lejos del escrutinio público, erosionando la confianza y fragmentando el orden social.
Sin mecanismos de auditoría abiertos y en tiempo real, el destino de recursos, contratos y proyectos queda en la penumbra, al igual que las responsabilidades de quienes los manejan. La corrupción y el abuso de poder no se presentan como grandes golpes de estado, sino como una lenta y metódica erosión de la rendición de cuentas, una disolución progresiva del pacto que une a ciudadanos, empresas y líderes en una visión común.
El llamado a la vigilia
El futuro no está escrito. Aún podemos construir un mundo donde la confianza sea el pilar sobre el que descansen nuestras instituciones. Pero la transparencia no se concede; se exige. El acceso a la información, la rendición de cuentas y la participación activa de todos no son lujos, sino condiciones esenciales para una sociedad justa y funcional.
Quienes hoy están llamados a actuar—ciudadanos, accionistas, ejecutivos, gerentes y auditores—tienen en sus manos la posibilidad de redefinir el significado del liderazgo y la responsabilidad. La pregunta no es si este cambio es necesario, sino si tendremos el coraje de impulsarlo antes de que sea demasiado tarde.
El tiempo de la indiferencia ha terminado. Es hora de ver con claridad, de exigir con firmeza y de construir con propósito.