Editorial Abril 2025
La raíz de la unión: la confianza
Si hemos dicho que el bien es todo aquello que crea unión entre los seres humanos, y que el mal es aquello que nos divide, entonces debemos mirar con atención el cimiento sobre el cual se edifica toda unión verdadera: la confianza.
Porque no hay comunidad sin confianza, ni colaboración sin la certeza de que el otro actuará de acuerdo a lo que ha prometido. No puede haber hermandad, ni vecindad, ni proyecto común, sin ese invisible pacto de fe entre individuos.
¿Y qué es la confianza?
La confianza es la percepción de la probabilidad de que otro ser humano cumplirá lo acordado.
Es la expectativa construida con actos concretos, repetidos en el tiempo. No se impone. No se compra. Se cultiva.
La confianza no nace de la nada: necesita recurrencia
La mente humana, sabia en su evolución, no confía en lo desconocido. Solo mediante la repetición de actos coherentes se construye la expectativa de que el otro será quien dice ser.
Así, cuando alguien ha cumplido su palabra una y otra vez, nuestra alma abre sus puertas. Pero cuando rompe esa palabra repetidamente, la memoria del corazón toma nota y cierra sus portones, aunque sea en silencio.
Un solo acto puede no tener mucho peso…
Pero varios, acumulados, definen si nos acercamos o nos alejamos.
Y no todos los actos pesan igual:
Llegar tarde no es lo mismo que traicionar.
Mentir una vez no es lo mismo que manipular con constancia.
Cada acción deja una huella, y la confianza —como dijimos— llega caminando, pero se va a caballo.
Las heridas invisibles: lo que traemos del pasado
Muchos cargan con lo que llaman “problemas de confianza”. Son heridas abiertas por la traición, la negligencia o la indiferencia.
Pero si queremos construir unión real, no podemos seguir midiendo a los nuevos con la vara de los antiguos.
Debemos tener el coraje de mirar al otro con ojos nuevos, de calcular la confianza desde cero, aunque duela.
Ese salto hacia lo desconocido es, en sí mismo, un acto de fe.
La desproporción del dolor
No debemos ignorar otra gran verdad: lo negativo pesa más.
Una traición puede borrar años de fidelidad.
Una mentira puede oscurecer cientos de verdades.
Y es que estamos hechos para protegernos. Prestamos más atención al dolor que al gozo, porque así hemos sobrevivido.
Pero esta programación ancestral, si no se equilibra con conciencia, puede condenarnos a la división perpetua.
Sobre dar otra oportunidad
Si afirmamos que la confianza necesita una serie de eventos, entonces debemos permitir que esa serie ocurra.
No juzgues todo por una sola falla.
El que da una segunda oportunidad, sin olvidar pero sin condenar, está construyendo el camino de la unión.
Este principio no es nuevo. En la teoría de juegos se le conoce como “tit-for-tat con perdón”: un modelo que genera estabilidad y colaboración a largo plazo.
Conclusión: el llamado a reconstruir
Estamos en una era donde todo conspira contra la confianza: el ruido, la prisa, la apariencia, el anonimato digital, la polarización.
Pero también estamos en una era donde el alma humana busca más que nunca un sentido, un lugar al que pertenecer, una comunidad donde ser.
La unión no se impone. Se construye, ladrillo por ladrillo, acto por acto.
Y la confianza es ese primer ladrillo.
Así que la próxima vez que te pregunten si un acto es bueno o malo, no pienses solo en sus consecuencias individuales.
Pregúntate: ¿esto une… o divide?
Y si divide, pregúntate qué puedes hacer tú —hoy— para volver a confiar… o para ser alguien digno de confianza.